Durante la Segunda Guerra Mundial muchos matemáticos se integraron en el Ejército Aliado, especialmente en el Reino Unido. El gobierno de Winston Churchill creó grupos de trabajo en centros y laboratorios, dedicados a campos de la ciencia considerados prioritarios para la batalla, para responder a la remilitarización del ejército nazi y hacer frente a su avance. Con aquel esfuerzo ayudaron a ganar la guerra y, al mismo tiempo, contribuyeron al desarrollo de áreas como la mecánica de materiales, la computación, la criptografía, la física nuclear y la investigación operativa.
Alan Turing es posiblemente el más famoso de los matemáticos británicos involucrados en la Segunda Guerra Mundial. Junto con su equipo en Bletchley Park, descifró el código de comunicación secreta de los nazis, sentando las bases del uso de ordenadores para resolver problemas al utilizar una secuencia de pasos lógicos. Entre sus colaboradores estaba Joan Clarke, una de las pocas mujeres matemáticas que se involucró desde el principio en la guerra. Esa circunstancia cambió drásticamente con el desarrollo de la contienda. En el año 1945, en Bletchley Park trabajaban unas 10000 personas, de ellas, alrededor de 7.500 eran mujeres, con estudios de física, matemáticas e ingeniería, entre otros. Con gran parte de los hombres en el frente, las mujeres pudieron ocupar lugares que hasta entonces tenían vetados.
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